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IMPULSAN VINOS DE PEQUEÑOS AGRICULTORES CON RESCATE PATRIMONIAL DEL VALLE DE CACHAPOAL: DE ARROPES, PIPEÑOS Y ASOLEADOS

  • Se pretende agregar valor al trabajo de un grupo de viñateros de Lo Miranda y La Gonzalina, quienes se encuentran elaborando y vendiendo variedades de vinos ancestrales. 

 

Hace más de cuatro siglos, el capitán Pedro de Miranda se asentó en las faldas del cerro Tren-Tren, tras recibir estas tierras como parte de la encomienda de Copequén, la más antigua de la región de O’Higgins, entregada por Pedro de Valdivia. Su padre, fue uno de los 20 españoles que fundaron Santiago y organizaron el reino de Chile, por lo que en  honor a él, esta localidad cachapoalina lleva el nombre de Lo Miranda.

Nutridos de esta historia, un grupo de viñateros integrado por José Manuel Jiménez, Francisco Núñez y Nadia Aranda, a través de un proyecto financiado por el Gobierno Regional de O’Higgins y apoyado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), busca agregar valor a productos vitícolas patrimoniales de las localidades de Lo Miranda y La Gonzalina en el Valle de Cachapoal, por medio del rescate histórico-cultural de tradiciones presentes en las familias del territorio

“Nuestros productores tienen como visión, la preocupación por la persona que lo va a consumir. No emplean ningún tipo de fertilizante artificial, no emplean pesticidas. El control de maleza se hace en forma totalmente manual”, destaca Juan Francisco Martínez, uno de los impulsores de esta iniciativa que pretende implementar mejoras en la estandarización, calidad y comercialización de estos vinos, además de ser una instancia replicable para otros productores locales.

El proyecto busca dar cabida al resurgimiento de variedades ancestrales como el arrope, pipeño y asoleado o vino de misa. Todos ciento por ciento artesanales, sin ningún proceso industrial, a fin de “seguir impulsando propuestas que ayudan a fortalecer el sector vitivinícola de la región, el cual tiene importantes brechas y problemáticas a resolver, entregando una alternativa a los pequeños agricultores que no suelen contar con herramientas que les permita responder, con un producto diferenciado, a los mercados nacionales e internacionales”, señala el representante de FIA en la región de O’Higgins, Robert Giovanetti.

En tanto, Giovanetti agregó que la sustentabilidad es una línea estratégica clave para la Fundación, siendo éste proyecto de patrimonio agroalimentario – de las 28 iniciativas FIA con participación de la región de O’Higgins – un reflejo de que “es posible implementar mejoras en la estandarización, calidad y comercialización, considerando el uso consciente de los recursos que entrega el ecosistema local”.

 

Mutrem, vinos patrimoniales del Cachapoal

A raíz del fuerte arraigo histórico-cultural de la zona y como parte de este proyecto nace Mutrem, vinos patrimoniales del Cachapoal. Uno de sus ejemplares se llama precisamente Huicelda, vino bautizado así en homenaje a la hija del cacique Copequén. Su creador es Francisco Núñez, de 73 años, quien produce pipeños a base de la variedad mollar. Este productor emplea una técnica de vinificación colonial, carente de manejo de pesticidas, utilizando materiales antiquísimos como zarandas, cubas y chuicos de antaño.

“Yo hago un vino artesanal, casero, como el que hacen en San Javier. Al hacer el vino, a los dos días yo le saco el chichón y lo que queda, lo voy revolviendo. Ahí voy dándole tiempo y lo voy probando, si lo quiero sacar más dulce o más fuerte, depende del gusto de la gente. Además es un vino orgánico, el que sale de aquí. Ahora casi todo se hace artificial”, explica Francisco Núñez.

José Manuel Jiménez es oriundo de La Gonzalina, en Rancagua. En poco más de una hectárea, cultiva sus viñedos que datan del año 1948, cuando su abuelo del mismo nombre, lo hizo por primera vez. Por tres generaciones, ha preservado la tradición familiar de vinos asoleados o de misa, producidos con equipos tan antiguos como sus parronales. Cada año cosecha la uva a mano, para la molienda pisa el racimo entero, parcialmente deshidratado por el sol, y en la fermentación utiliza levaduras nativas, almacenando los mostos en toneles, localizados en una bodega de adobe.

Esta vinificación patrimonial también es desarrollada por Nadia Aranda, dedicada a la fabricación del arrope, que su madre y abuela doña Carmen Escanilla producían en Lo Miranda. Esta preparación es la reducción del mosto de uva, mediante una cocción en la que se caramelizan los azúcares y se evapora el agua, dando como resultado un jarabe o “miel de uva”, utilizado para recetas gastronómicas que pueden ir desde postres, adobos de carnes y para mejorar vinos.

“Hacemos un llamado para que más productores de vinos artesanales, capaces de producir excelentes vinos, puedan sumarse y comercializar a un precio justo, a través de nuestra web Mutrem.cl. Nuestros vinos se caracterizan por ser solo uva y pasión de cada productor. En ellos tan solo se emplean ciertas levaduras, pero estos no contienen ningún tipo de aditivos, tampoco tienen colágenos, su brillo es natural. Es un producto puro y simple”, sostiene Juan Francisco Martínez, encargado del proyecto.

La idea es que los productores artesanales puedan dar a conocer sus vinos en restaurantes gourmet y hoteles boutique de la región, incorporar protocolos elaborados por enólogos profesionales y adquirir herramientas de venta, además existe un catálogo con las variedades como el carmenere “Alma”, el pipeño “Huicelda”, el asoleado “JMJ” y el arrope “Tierra Viva, delicias del Cachapoal”.

Sobre el autor

Jorge Ricci

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