- El 2021 la vitivinícola etiquetó 5.024.000 botellas y al cierre de este 2022 se espera obtener la friolera de alrededor de 5.000.0000 vinos, produciendo etiquetas orgánicas como Las Mulas, Ándica y Almado, dentro de lo más destacado de su portafolio.
Por equipo Turismo y Sabores
Desde 1979 Viña Miguel Torres ha agasajado con su producción de vinos a los chilenos, con sus innovadoras propuestas, atractivo packaging y especiales notas.
Chile es dueño de atractivos en cada rincón. No solo sabe de alrededor de 6.435 kilómetros de costa y playas, sino que también de una nutrida e imperdible oferta de nieve en temporada alta pero principalmente se le conoce por sus vinos de eterna calidad.
Una muestra de esta riqueza es el Valle de Curicó y Viña Miguel Torres, que se ubica a unos 190 kilómetros al sur de Santiago y alrededor de 3 horas de viaje, hasta llegar a la viña.
Una vez allí, llaman de inmediato la atención sus alrededor de 100 hectáreas, lo cuidado de su campo, fachadas y nutrida sala de ventas.
En Miguel Torres se han sabido adaptar a los nuevos tiempos liderando el mercado con un trabajo orgánico bajo los principios de vitivinicultura regenerativa, que es la práctica de una agricultura que evita el uso de recursos no renovables, eliminando la utilización de químicos a la vez que se privilegia el empleo de productos naturales.
Esta viña familiar se caracteriza por practicar una vitivinicultura regenerativa, la cual se está comenzando a implementar. Proceso donde no se mueven los suelos por lo que no se libera contaminantes como el dióxido de carbonos, evitando que se libre Co2 a la atmósfera, a la vez que eliminar el uso de químicos y trabajando con el apoyo de energías renovables.
También la empresa se ha preocupado por la instalación de calderas de biomasa o detalles como la elaboración de etiquetas de papel reciclable.
“Estamos adheridos al código de Sostenibilidad de Vinos de Chile. El sello de Sostenibilidad de Vinos de Chile incluye un amplio rango de exigencias que se deben cumplir, que van desde el campo, con el cuidado de la tierra, la planta y el medioambiental. Pasando por la bodega con respecto del uso de agua”, explica, Rodrigo Constandil, Subgerente de Sostenibilidad de Miguel Torres Chile.
Todo este conjunto de acciones hicieron posible que la Viña Miguel Torres, desde marzo de 2012 tenga una certificación que acredita en un 100% que sus viñedos son trabajados de forma orgánica.
“Desde hace 20 años aproximadamente la viña se encuentra aplicando en sus campos y bodega las prácticas de agricultura orgánica, todas ellas debidamente certificadas bajo las principales normas internacionales como lo son la de la Unión Europea, USA y Chile”, comenta Rodrigo Constandil.
Producto de ello es que la viña por estos días produce etiquetas orgánicas como son Las Mulas, Ándica y Almado, que se caracterizan por sus notas frutales, frescura e intensidad.
Es asi como el 2021 la vitivinícola etiquetó 5.024.000 botellas y al cierre de este 2022 se espera obtener la friolera de alrededor de 5.000.0000 vinos.
Tecnología
A estas alturas se conoce que la tecnología interviene en todo proceso productivo y el vitivinícola no es una excepción.
Bajo este escenario la empresa, que el 2018 fue reconocida como viña del año por el gremio Vinos de Chile. Incorporó prácticas y equipos que permiten realizar un trabajo vinífero más sustentable.
Una de las características del lugar que más llama la atención es la presciencia de gran cantidad de paneles soleres, lo que posibilita el uso de energía renovable en el proceso productivo, ya sea a través de los paneles fotovoltaicos instalados in situ como por la compra de energía renovable.
Miguel Torres cuenta con una base energética que hace que se trabaje de forma amigable con el medio ambiente con una potencia energética de 175 Kwp instalado, lo que cubre aproximadamente el 8% de la demanda de energía eléctrica de la planta, mientras que para el restante se compra energía renovable certificada.
Ahora bien, en el campo: se ejecutan prácticas orgánicas, basadas en la agricultura regenerativa, que se está empezando a implementar, más el riego racional, con parámetros medibles como sensores de suelo y mediciones en las mismas plantas.
Pero sin duda que captan las miradas sus cubas de producción, que son depósitos de acero inoxidable con una capacidad de 200 hasta los 100.000 litros. Asi como también de los depósitos de concreto con forma ovoide que cumplen un muy buen desempeño tanto en vinificación como crianza. Dentro de sus cualidades están su excelente regulación de temperatura; por su forma, lo cual permite mantener las lías en suspensión, ayudando a redondear la boca de los vinos.
“Son hechos de concreto especial, que no contiene calcio ni potasio para no neutralizar la acidez del vino. En su fabricación se usa agua sin cloro ni derivados para evitar formación de TCA. Los que tenemos en nuestra bodega son de 2.000L de capacidad”, especifica Cristian Carrasco Beghelli, enólogo Miguel Torres Chile.
Gastronomía
Es este apartado destaca el restaurant “La Bodeguita”, que tiene su espacio propio al interior de Viña Miguel Torres y además marca presencia en Santiago, específicamente en el barrio gastronómico Alonso de Córdova.
Con una atención de primer nivel, el restaurant es el brazo gastronómico de la empresa vinícola. En el lugar también están en sintonía con los parámetros de sustentabilidad pero aplica al trabajo que se hace en cocina en la elaboración de su carta.
Se trata de una carta pensada con productos endémicos -de la zona- lo que se rige bajo el concepto de 100 K, que significa que los productos se obtienen a 100 kilómetros alrededor de la viña. Por ejemplo en Molina o carnes del Parral, por solo mencionar algunos casos.
Como todo en el mundo del vino este es un espacio donde resalta su elegancia y buen gusto en cada detalle. Todo lo que se puede extrapolar al proceso diseño de su carta.
“Sin embargo para la preparación de la carta, antes de la pandemia se elaboraba una de primavera-verano y otra de otoño-invierno, para lo cual se realiza un estudio de recetas que cumplan con algunos requisitos: que sean regionales, ancestrales y chilenas donde destaca el plato Lisa a la Teja, que lo encontré en un lugar en la última estación del Ramal (Talca-Constitución). No obstante, le dimos un toque más sofisticado, que es un proceso complejo y que demanda bastante tiempo en la consecución de los elementos como la propia teja”, cuenta Gabriel Ramos, Chef Ejecutivo de restaurant La Bodeguita.
Pero tras bambalinas existe un concepto sumamente cuidado, planificado y ejecutado para agasajar los sentidos y receptores gustativos.
“El concepto es como dije una preparación que se hace luego de un estudio de recetas regionales, además de otras características y que de forma posterior se traslada de acá del campo la ciudad”, agrega el Chef.
Pero lo anterior no es todo, ya que la carta es diseñada pensando en el correcto maridaje, lo que se realiza en conjunto con el equipo de enólogos donde se proponen alternativas y se llega a un consenso de que vino es más adecuado para cada preparación.
Todo gira en torno al vino y en su portafolio de preparaciones resaltan sus carnes como un Garrón de Cordero (a cocción lenta) o Punta Picana, que es uno de los más pedidos, los que son platos que se pueden maridar con un Carignane.
En la carta del restaurant nadie queda afuera, puesto que también existe una preocupación por tener una propuesta vegetariana-vegana como una entrada a base de pasta de cochayuyo, una ensalada de Betarraga, un ceviche de champiñones o un risotto de setas, entre otras opciones.
Asimismo se puede pedir una pizza con masa de rescoldo -siempre en línea con la cocina chilena- que se cocina entre cenizas, la que va acompañada con salsa de tomate casera, Y por supuesto que con un buen vino.
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